Noticiar

Los Arúspices de CABA y la lección de Santa Fe


12 de mayo de 2025

Compartir esta nota en

Alejandro Garcia

Abogado y dirigente peronista 

Los arúspices eran sacerdotes de la antigua Roma que adivinaban el futuro a partir de las entrañas de animales sacrificados. Adivinaban, como los encuestadores y los economistas? Sólo que tenían fe en las entrañas de los gansos y no en las estadísticas

Ironías aparte, son gente que se especializa en entrever el futuro de algún modo…y de predecir victorias en lo posible, ya que el triunfo es irremplazable. No hay ninguna explicación, por perfecta que sea que pueda emplazarse en su lugar…ni la más lúcida. Por eso la derrota busca ser sustituida por alguna explicación, la mayor parte de las veces insuficiente.

Entonces la dimensión más esencial de la política, que es concebir un futuro deseable para la mayor parte de las personas, al menos en democracia, debe tener algún augurio de victoria, alguna potencia manifiesta que prometa un destino mejor, y una voluntad colectiva conducida hacia tal fin. Cuando la voluntad, por más firme y fundada que sea, no tiene potencia la política desaparece. Y promesa no es engaño, que quede claro desde ahora.

Tomando en cuenta lo ocurrido en la última elección de Santa Fe, cabría poner las “barbas en remojo” para las fuerzas políticas de la Ciudad de Buenos Aires. Allí se detectó algo de lo que los ganadores no quisieron hablar y que los perdedores debieran tomar en cuenta, una lección. Votó apenas el 55% del padrón habilitado a tal fin, con un 4,53 de votos en blanco y un 4,61 de votos nulos. O sea, se expresa la voluntad afirmativa de un 46% del electorado.

 Y eso ocurre, entre otros motivos, por algo que tomaremos como hipótesis principal: casi seguramente pocos ven su futuro atado a cómo se configure el mapa político. Tal vez porque casi todos en dicho mapa expresan más o menos lo mismo, tal vez por años de decepciones, tal vez porque no se detecta en la oferta política aquel destino promisorio, o tal vez porque las promesas han quedado reducidas a algún sinónimo de engaño. Y, sobre todo, porque no existe la potencia en la voluntad de aquellos que se presentan como para mostrar un camino fiable frente a la decepción. Un 54% del electorado ha dicho “No” a la oferta. Y eso puede ser mortal para la democracia sobre todo cuando el voto es “obligatorio” (como debería serlo en cualquier democracia que se valore a sí misma y debería interpretarlo así cualquier ciudadano que se valore a sí mismo en ese rol).

La voluntad de cambio de poder, de transformación de una realidad dada, sobre todo cuando se la percibe injusta, o con aroma a proceso político terminado, como pareciera ser el caso de la Ciudad de Buenos Aires. debería ser suficiente para que se movilizara ese activo insustituible del sistema que conforma la ciudadanía que, por lo visto en Santa Fe, podría  optar por un pernicioso y corrosivo silencio que habla mucho de los que no saben o no quieren oponerse a liderazgos de “tigres de papel” que necesitan de la desmovilización del Pueblo, antes que de su participación.

Lo que el electorado santafesino dejó en manos de una dirigencia poco representativa, por culpa de una opción ausente que manifieste una alternativa de justicia social, seguridad, buenas formas democráticas, o simplemente un futuro promisorio, es precisamente eso: el 

futuro. Lo mismo cabe para una ciudad que ha vuelto a enfrentar problemas endémicos por gestión de aquellos que parecía que los habían solucionado. Faltaría solo que se inunde otra vez para que el abandono quedara patente. Y que no vaya a votar el 54% para consolidar la tendencia hacia ciudadanos ignorantes de que, como está de moda decir, “nadie se salva solo”: Idiotas, en la pura acepción ateniense del término. Se usaba para referirse a alguien promedio o un ciudadano privado, a diferencia de un erudito o alguien que actuaba en nombre del Estado u ocupaba un cargo público.

Pero como los griegos valoraban mucho la participación cívica, reconociendo que sin ella la democracia colapsaba, se esperaba que todos los ciudadanos estuvieran interesados, y versados, ??en los asuntos públicos. O sea, que no fuera idiotas.

La reforma de la Constitución santafesina regirá los destinos de los hijos y nietos de los que votaron y de los que no lo hicieron y expresará, si la Convención es razonable, a lo sumo al 46% de los habitantes de la provincia, mientras el 54% decidió que el destino de las generaciones por venir pareciera no importar. Sólo aparentan creer en su salida individual, a tono con lo que desde la máxima instancia de la Nación se les envía como mensaje.

Así que, dicho esto, queda la decisión para la construcción política de aquellos que creen que nadie se realiza en una comunidad que no se realiza…vale decir, o se conquista esa casi mitad de desesperanzados en función de la construcción de una voluntad colectiva que incorpore a las nuevas generaciones a la creencia de que un porvenir mejor es deseable y posible frente a la decadencia cívica y moral que los circunda, o se observe con parsimonia claudicante cómo el grito de “que se vayan todos, que no quede uno solo” que se enseñoreó en las tristísimas jornadas de diciembre de 2001, se transforme en una realidad concreta por vaciamiento definitivo del sistema de representación política.

La pregunta es: ¿el pueblo argentino visto lo sucedido en Santa Fe, si se replicara en otras elecciones, ya no vincula la democracia con una promesa de un futuro común deseable, o al menos viable? De la respuesta depende el simple hecho de preguntarse si nuestros hijos y nietos serán ciudadanos o súbditos.

No sea que tengamos que explicar después, como sentenció Churchill, por qué no supimos sostener a la convivencia genuina que sólo brinda la democracia. Para esa convicción democrática no debería hacer falta ningún arúspice ni encuestador que lo confirme. ¿Será así?

 

 

 

Compartir esta nota en